Seguramente hayas tenido alguna vez la sensación de que tienes que correr mucho más que antes para seguir en el mismo sitio. Que el día no tiene horas suficientes para poder cumplir con todas tus obligaciones.
Seguramente sientas que en muchas ocasiones no eres la dueña de tu existencia y que los acontecimientos y nuestro ritmo de trabajo te obligan a empeñar facetas de tu vida que pospones para otra ocasión en la que estés menos liada como, para el fin de semana, para las vacaciones, e incluso para cuando “me jubile”.
Y sin saber cómo, cuando llegan esos momentos, tampoco puedes desarrollar esas facetas vitales porque, inexplicablemente, sigues sin tener tiempo.
¿Porqué ocurre esto? ¿Realmente soy tan esclava?
Pues sí y no. Lo que sucede es que aquí se mezclan dos variantes muy potentes pero de las que apenas somos conscientes.
La primera no es más que la dificultad que tenemos en diferenciar entre lo que es importante y lo que es urgente.
La segunda es que es posible que esas facetas que no consigues desarrollar no sean anhelos vitales propios sino aspectos deseables que cumplen expectativas sociales o familiares.
En los tiempos que nos ha tocado vivir y como consecuencia de las herramientas de la información y de la conectividad al instante, tenemos muchísimas entradas en nuestra vida que son, o que por lo menos lo parecen, urgentes. Una llamada de teléfono, un mensaje, un correo, un post… Probablemente la mayoría de las veces con contenido irrelevante o de muy bajo interés pero que nos sacan de lo que estamos haciendo, nos roban la atención y nos “obligan” a dar una respuesta. Ciertamente esa respuesta no nos suele llevar mucho tiempo, pero también es cierto que este fenómeno no se da de forma eventual sino que se repite todos los días muchísimas veces, de modo que la sustracción de nuestro tiempo se produce innumerables veces a lo largo de cada uno de los días de nuestra vida.
Esto inevitablemente me hace comparar esta situación con lo que ocurría antes en el mundo de los negocios y lo que ocurre ahora. A lo largo de toda la Historia y hasta el siglo XIX los grandes comerciantes prefirieron hacer pocos negocios que les reportaran muchos beneficios y así, por ejemplo, comprar paños de seda en el lejano Oriente y traerlos para Europa les suponía una inversión de fondos y de muchos meses de viaje pero les brindaría la oportunidad de poder vender esta mercancía a un pequeño grupo de privilegiados que les pagarían la esta cientos de veces más cara de lo que ellos la obtuvieron, por tanto en beneficio que obtenían de su inversión era varios cientos de veces mayor que el desembolso que hicieron en su momento.
Ahora las multinacionales no juegan de la misma forma, su intención no es vender muy cara una mercancía a un pequeño grupo de privilegiados, no, el juego ahora es mucho más lucrativo. Los beneficios son mucho más pequeños pero la venta no está enfocada a un pequeño grupo que pueda pagarla, sino a un grupo mucho mayor que compre esa mercancía y aunque el beneficio se limite a muy pequeñas cantidades, el alcance de este se mide en cientos de millones de ventas, con lo que los beneficios se disparan.
Con nuestro tiempo pasa lo mismo, hace varias generaciones nuestro tiempo nos lo podía robar la vecina del tercero, que nos “enganchaba” y nos “hacía perder” quince minutos. Ahora no es la vecina del tercero, que puede que también, sino los cientos de mensajes, llamadas, correos, post, etc que tenemos que gestionar en un día y que, por pocos segundos que se lleven, los tenemos que multiplicar por esos cientos de acciones que tenemos que emprender.
Por tanto, generar consciencia sobre esas innumerables sustracciones de tiempo y aprender a diferenciar lo importante de lo urgente, nos puede ayudar a recobrar el control de nuestra vida.
Por otro lado, estaba el segundo factor que era que muchas veces aquello que no conseguimos desarrollar en nuestro día a día, no es realmente un anhelo de nuestro yo, sino algo que asumimos como bueno y que deseablemente tendríamos que hacer. Un ejemplo muy claro de esto que digo son los propósitos de año nuevo… Este año me apunto al gimnasio, a partir de mañana voy a estudiar mucho más, el lunes empiezo la dieta, voy a dejar de ver tanta tele y voy a leer mucho más, o dejo de fumar o… La lista es infinita.
El problema que tienen todos estos propósitos es que pretenden conseguir unos objetivos que realmente no nos motivan, probablemente queramos los resultados porque son marcadores de éxito social, pero no nos hacen “vibrar” y se convierten en un “debería” que al primer inconveniente es abandonado porque no nos motiva realmente.
Cuando tienes un anhelo, es decir algo que realmente es tuyo y que te apasiona, tu tiempo y tu dinero van rápidamente detrás.
Estos dos factores son los causantes de muchos de los problemas de stress que tenemos y sobre todo, de la tremenda desazón que nos atormenta y no nos deja estar conformes con nuestra vida.
Generar conciencia sobre todo esto y ayudar a la persona a encontrar sus metas y a sentirse bien consigo misma es parte de la tarea que desarrollamos en consulta y para eso nos valemos de herramientas como el Coaching, la Terapia Floral, la Astrología Terapeútica, etc…
De modo que sí necesitas ayuda para reconducir tu vida hacia donde crees que debería estar, no dudes en venir a visitarnos.
Te esperamos.